La energía solar es la que origina la mayoría de las fuentes de energía renovables de forma directa o indirecta como son la propia solar, eólica, hidroeléctrica, biomasa, de las olas y corrientes marinas.
La transformación natural de esta energía solar se produce en la atmósfera, los océanos y las plantas de la Tierra.
Gran parte de la energía solar que alcanza la atmósfera se consume en el ciclo del agua, que produce la lluvia y la energía potencial de las corrientes de montaña y de los ríos que puede aprovecharse como energía hidroeléctrica.
Mediante la fotosíntesis, la energía solar contribuye al crecimiento de la vida vegetal o biomasa que, junto con la madera y los combustibles fósiles que desde el punto de vista geológico derivan de plantas antiguas, puede ser utilizada como combustible. Otros combustibles como el alcohol y el metano también pueden extraerse de la biomasa.
La energía solar pasiva se aprovecha en los edificios sin la utilización de ningún dispositivo o aparato intermedio, mediante el adecuado diseño y orientación de los edificios; el uso de determinados elementos arquitectónicos (muros, ventanas, aislamientos, etc.) y optimizando las propiedades de los materiales que lo componen.